Encuentra un lugar tranquilo para meditar y siéntate cómodamente en una postura que puedas mantener durante la práctica. Puedes sentarte en una silla, en el suelo con las piernas cruzadas o en cualquier posición que te resulte cómoda. Cierra los ojos o baja la mirada, sin enfocar la vista en nada en particular.
Comienza centrándote en tu respiración. Respira de manera natural y observa cómo entra y sale el aire de tu cuerpo. Haz esto durante unos minutos para calmar y enfocar la mente.
Ahora, piensa en alguien que esté sufriendo. Puede ser alguien cercano a ti, alguien que conoces de manera más distante, o incluso alguien que no conoces personalmente pero cuya situación te conmueve.
Al inhalar, visualiza que estás absorbiendo el sufrimiento de esa persona en forma de una densa y oscura nube de humo o energía. Imagina que este sufrimiento se disuelve y se transforma en tu corazón, que está lleno de una luz brillante y cálida.
Al exhalar, visualiza que envías esta luz brillante y cálida hacia la persona que sufre. Imagina que esta luz alivia su sufrimiento y les proporciona felicidad, paz y bienestar.
Continúa con esta práctica de inhalar el sufrimiento y exhalar la felicidad durante unos minutos, manteniendo siempre la imagen de la persona en tu mente.
Después de un tiempo, puedes expandir la práctica para incluir a más personas o incluso a todos los seres que sufren. Puedes visualizar que estás tomando el sufrimiento de todos los seres y enviándoles felicidad y bienestar en su lugar.
Al final de la práctica, vuelve a centrar tu atención en la respiración durante unos minutos. Luego, abre los ojos y reflexiona sobre cómo puedes llevar la compasión y la empatía cultivadas durante la práctica de esta meditación a tu vida cotidiana.