Encuentra un lugar tranquilo para meditar y siéntate cómodamente en una postura que puedas mantener durante la práctica. Puedes sentarte en una silla, en el suelo con las piernas cruzadas o en cualquier posición que te resulte cómoda. Cierra los ojos o baja la mirada, sin enfocar la vista en nada en particular. Comienza centrándote en tu respiración. Respira de manera natural y observa cómo entra y sale el aire de tu cuerpo. Haz esto durante unos minutos para calmar y enfocar la mente. Ahora, dirige tu atención hacia la naturaleza impermanente de las cosas. Puedes comenzar reflexionando sobre los cambios físicos que ocurren en tu cuerpo y en el mundo que te rodea, como el envejecimiento, el crecimiento de las plantas y la erosión de las montañas. Luego, amplía tu contemplación para incluir la naturaleza cambiante de tus emociones y pensamientos. Observa cómo surgen y desaparecen, sin permanecer estáticos ni ser permanentes. Reflexiona sobre cómo todas las cosas, tanto agradables ...