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Meditar para la Contemplación de la Impermanencia

 


  1. Encuentra un lugar tranquilo para meditar y siéntate cómodamente en una postura que puedas mantener durante la práctica. Puedes sentarte en una silla, en el suelo con las piernas cruzadas o en cualquier posición que te resulte cómoda. Cierra los ojos o baja la mirada, sin enfocar la vista en nada en particular.

  2. Comienza centrándote en tu respiración. Respira de manera natural y observa cómo entra y sale el aire de tu cuerpo. Haz esto durante unos minutos para calmar y enfocar la mente.

  3. Ahora, dirige tu atención hacia la naturaleza impermanente de las cosas. Puedes comenzar reflexionando sobre los cambios físicos que ocurren en tu cuerpo y en el mundo que te rodea, como el envejecimiento, el crecimiento de las plantas y la erosión de las montañas.

  4. Luego, amplía tu contemplación para incluir la naturaleza cambiante de tus emociones y pensamientos. Observa cómo surgen y desaparecen, sin permanecer estáticos ni ser permanentes.

  5. Reflexiona sobre cómo todas las cosas, tanto agradables como desagradables, son temporales e inestables. Puedes recordar momentos felices que ya pasaron, así como situaciones difíciles que se han resuelto.

  6. A medida que reflexionas sobre la impermanencia, trata de mantener una actitud de ecuanimidad y aceptación hacia tus experiencias. Reconoce que todas las cosas cambian y que, en última instancia, no puedes aferrarte a nada.

  7. Si surgen emociones durante la práctica, simplemente obsérvalas y permite que sigan su curso, recordando que también son impermanentes y cambiantes.

  8. Para finalizar la práctica, vuelve a centrar tu atención en la respiración durante unos minutos. Luego, abre los ojos y reflexiona sobre cómo puedes llevar la comprensión de la impermanencia a tu vida cotidiana, soltando el apego a las emociones negativas y abordando las situaciones con una actitud más abierta y adaptable.

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  Encuentra un lugar tranquilo para meditar y siéntate cómodamente en una postura que puedas mantener durante la práctica. Puedes sentarte en una silla, en el suelo con las piernas cruzadas o en cualquier posición que te resulte cómoda. Cierra los ojos o baja la mirada, sin enfocar la vista en nada en particular. Comienza centrándote en tu respiración. Respira de manera natural y observa cómo entra y sale el aire de tu cuerpo. Haz esto durante unos minutos para calmar y enfocar la mente. Ahora, dirige tu atención hacia ti mismo y comienza a generar sentimientos de amor y bondad. Puedes usar frases o afirmaciones para ayudarte, como "Que yo sea feliz", "Que yo esté sano y fuerte", "Que yo esté a salvo" o "Que yo esté en paz". Repite estas frases mentalmente mientras te enfocas en la sensación de amor y bondad que surgen en tu corazón. Una vez que hayas cultivado la bondad amorosa hacia ti mismo, comienza a extenderla hacia los demás. Puedes empeza