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Permiso para sentir (Parte 1)

Un estallido de ira no solo provoca una subida de la presión sanguínea; cada vez que recordamos el motivo de nuestro enfado, la presión sanguínea vuelve a subir. Según un estudio, una discusión de treinta minutos con nuestra pareja puede ralentizar las capacidades curativas de nuestro organismo al menos en un día. Y si discutimos habitualmente, ese retraso se multiplica por dos. Incluso formas sutiles de ira, como la impaciencia, la irritabilidad y el malhumor, pueden perjudicar la salud.

¿Cómo funciona? En términos prácticos, en algún momento de las dos primeras semanas de clase, un profesor dirá: «Todos sabemos que las emociones son importantes; hablemos de los sentimientos que queremos tener mientras estamos en clase». Esto abre la puerta a la redacción de un Acuerdo Emocional. El meollo del ejercicio es que los estudiantes describan cómo se sienten, incluyendo cómo ayudarán a los demás a experimentar esas emociones, a fin de otorgarles el control sobre el ambiente en el aula. En algunas escuelas, esto implica un cambio de actitud: se pasa de obedecer las reglas a crear un espacio emocionalmente seguro.

Hay otra herramienta que podemos probar y que normalmente tiene éxito en grupos que valoran las habilidades emocionales: el Acuerdo Emocional. Se trata de un documento o pacto escrito que detalla cómo quieren sentirse los habitantes de tu hogar. También incluye una lista de los compromisos que todos los miembros de la familia aceptan para crear el mejor entorno posible. En función de la edad de los niños, estos necesitarán ayuda con la parte escrita. Pero incluso los niños pequeños saben qué palabras son las adecuadas y cuáles deben utilizar.

…como hemos examinado, si somos capaces de nombrar y comprender una emoción específica, nuestros circuitos cerebrales y nuestro sistema nervioso nos tranquilizarán. Las habilidades del lenguaje facilitan el control ejecutivo y el procesamiento metacognitivo. Por lo tanto, el mero reconocimiento produce un vuelco, y el cambio es entonces posible.

[Ante situación difícil que nos enerve] Hacer una pausa también nos da la oportunidad de plantearnos rápidamente algunas preguntas útiles: “¿Cómo he gestionado situaciones similares en el pasado?”. O “¿Qué es lo que ahora haría la mejor versión de mí mismo?”. Esa persona ideal e hipotética incluye atributos que utilizaríamos para describir la mejor versión de nosotros mismos desde nuestra propia perspectiva y desde la perspectiva de los demás: cómo queremos que los otros nos perciban. Para algunas personas se trata de un conjunto de adjetivos como compasivo, inteligente o conceinzudo; para otras, puede tratarse de una imagen o de un objeto. Un buen amigo que es director de una escuela secundaria tiene en su escritorio un pitufo que le recuerda que ha de dar lo mejor de sí mismo.

Cuando expresamos emociones positivas de forma sincera - satisfacción, compasión, alegría - esto atrae a otras personas, ya sea nuestro mejor amigo o el cajero del supermercado. Todos ellos pueden leer claramente nuestras señales y responder amablemente, pero eso depende de su estado emociona. Los individuos que experimentan emociones como la aflicción, la vergüenza o la ansiedad a menudo rechazan las relaciones sociales, y esas señales también son comunicadas.

En la actualidad, docenas de experimentos demuestran los beneficios de la respiración consciente en nuestro funcionamiento emocional, social y cognitivo. Con el tiempo, no solo nos desactivamos más rápidamente; nuestra capacidad para concentrarnos y estar presentes crece sin cesar. La investigación sugiere que quince minutos diarios de esta práctica influyen en nuestra adaptación a la familia y a los amigos, en nuestra reactividad emocional, atención, memoria, sistema inmunitario, hipertensión, asma; en los desequilibrios del sistema nervioso autónomo, y en la salud mental.

Es cierto, no podemos cambiar el entorno de cada niño. Pero la investigación demuestra que la presencia de un adulto atento permite al niño gestionar su estrés de forma más eficaz. Sin embargo, en un estudio realizado con dos mil profesores, solo el 50% afirmó tener una relación individual fuerte con sus estudiantes. En el mismo estudio, también se encuestó a dos mil alumnos y solo el 34% djo disfrutar de relaciones así.

Al ojo ictérico todo le parece amarillo”. Si nos pasamos la vida enfadados, veremos enfado en todas partes. Lo mismo puede decirse del resto de las emociones, incluidas las positivas.

Líderes, profesores y personal administrativo pasan por el mismo proceso. Habitualmente, dirán que quieren sentirse más valorados, apreciados, inspirados, conectados y apoyados. Muchas de las emociones a las que aspiran son idénticas a las mencionadas por los estudiantes. Esto hace que me pregunte: ¿falta algo en el entorno escolar tal como se ha definido en el transcurso de décadas y siglos, algo que estudiantes y profesores necesitan?

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